Se cumplen 20 años del mayor atentado de la historia de Europa. Un siniestro que estuvo marcado por las conspiraciones. ¿Fue ETA o fueron los yihadistas? Esta fue una de las preguntas que predominaron en el momento respecto al suceso que revolucionó a toda España, los atentados del 11M.
Fue uno de los sucesos más mediáticos debido a la repercusión política que tuvo, pero de lo que la gente se empieza a olvidar es de los 193 fallecidos y los 1.857 heridos para los que su vida cambió en cuestión de minutos, porque, tal y como afirma Ricardo Coarasa, “los verdaderos protagonistas del 11M fueron las víctimas”.
Ricardo Coarasa y Juancho Sánchez fueron dos de los periodistas que tuvieron uno de los deberes más difíciles minutos después de las explosiones: contar las historias de los heridos. “Fue muy exigente a nivel profesional y emocional recuerdan- “Hay historias que no se van a poder contar por esas bombas”.
Un gran número de historias, pero todas ellas con una cosa en común: “Lo que le llevó a vivir a las personas fueron las casualidades”. Así lo describía Ricardo Coarasa, quien también describió esas “casualidades”con un ejemplo muy breve como es el de llegar tarde a coger tu tren habitual por no saber qué ponerte o por tomarte un café de más. Esos fueron los pequeños detalles que hicieron que le cambiara la vida a un gran número de personas.
Ambos, coautores de “11-M: el día que la solidaridad plantó cara al terror”, un libro en el que se relatan muchas de las historias de dichos supervivientes, contaban que “aún no hemos sido capaces de leernos el libro entero otra vez”, unas palabras que muestran a la perfección la crudeza con la que se vivió ese día en Madrid.
Atocha, Santa Eugenia, El Pozo y la calle Téllez fueron las cuatro localizaciones en las que explotaron las bombas. La calle Téllez fue el lugar donde no se tuvo constancia de lo ocurrido hasta los minutos posteriores, pero sin duda el papel de los vecinos fue uno de los más esenciales. “Muchos de los vecinos saltaron las vallas para ayudar porque no se sabía donde había estallado la bomba”, recuerdan los periodistas.
Mientras tanto en las demás localizaciones sanitarios y policías se volcaron en la búsqueda de supervivientes y largas colas de donantes de sangre se formaron en torno al Centro de Transfusiones. “Las personas querían ayudar, pero no sabían cómo”, contaba Juancho Sánchez.“Donaban sangre, pero no se necesitaba más porque la gran mayoría estaban muertos”, añadió.
Pero sin duda “la noticia estaba en IFEMA”, advertía Sánchez. IFEMA pasaba de ser un pabellón completamente vacío para estar repleto de personas heridas, sanitarios familiares al que “se estaban llevando cadáveres sin identificar”.
La desesperación de las familias por encontrar supervivientes era lo que predominaba, pero también había personas a las que, por el contrario, nadie las estaba buscando.“Había gente muriendo sola -explicó el redactor de La Razón-, salas donde estaban los fallecidos solos, sin ninguna compañía”
Cada una de las historias de las victimas encoge el corazón a cualquiera. Por eso mismo, que sean las primeras a las que no se olvida.