En el paseo de Venice Beach, Santa Mónica, conviven camisetas con la imagen de Kamala Harris junto a las de Donald Trump con el lema de «wanted». Esta convivencia de productos publicitarios se extiende también en el paseo de la fama o en las calles de Hollywood, lugares que se convierten en puntos de encuentro en los que entre recuerdos de la ciudad también se venden símbolos de identidad política.
El merchandising electoral es un componente esencial en las campañas de Estados Unidos, especialmente en unas elecciones tan polarizadas como estas en las que candidatos como Donald Trump y Kamala Harris se disputan la presidencia. Más allá de ser simplemente productos, las camisetas entre otros artículos permiten que los votantes demuestren su apoyo de forma visible y a la vez actúan como herramientas de marketing.
Un voluntario del cuartel general del Partido Demócrata de Santa Mónica define la importancia de estos productos como “fundamentales para unas elecciones”. A su juicio, el merchandising no solo es una fuente de ingresos, sino una manera de que el votante se sienta parte de un movimiento mayor, especialmente en un contexto en el que las redes sociales impulsan su alcance.
Las campañas de Trump y Harris reflejan enfoques distintos en la utilización de sus estrategias publicitarias. Trump ha consolidado su eslogan “Make America Great Again” (MAGA) en las icónicas gorras rojas, que no solo son reconocibles a nivel global, sino que también simbolizan un movimiento en torno a su figura y su mensaje político.
Esta estrategia ha sido tan efectiva que sus seguidores no solo usan estos productos, sino que los consideran casi como un emblema de identidad política. Sin embargo, Kamala Harris ha optado por una línea de productos más inclusivos, con lemas como la diversidad y al respaldo de grupos que durante los años han tenido menos visibilidad en la política estadounidense.
Este tipo de artículos también sirven como recaudación de fondos. En un país donde las campañas pueden costar miles de millones de dólares, cada camiseta o gorra vendida representa una contribución directa a las actividades del candidato, además de ser una publicidad contante.
En Estados Unidos, muchos seguidores ven estos productos como una forma de “invertir” en la campaña, lo que refuerza la imagen de pertenencia y compromiso con su candidato. Según vendedores que utilizan estos productos en la calle, crean un “sentimiento de comunidad” entre los seguidores, ya que permiten que se identifiquen unos con otros.
Al contrario que en España, donde el merchandising electoral no tiene la misma importancia ni alcance. En las campañas españolas, los partidos prefieren usar medios de comunicación tradicionales, como los carteles o la publicidad en televisión, y los votantes suelen ser más reservados en cuanto a mostrar abiertamente su apoyo político.
Este contraste subraya cómo, en Estados Unidos, el merchandising es una herramienta esencial para que cada seguidor participe activamente en la campaña, ya sea mediante una gorra de Trump o una camiseta de Harris, y demuestre su apoyo de una forma pública y constante.