Para los refugiados de Gaza, la guerra va más allá de los bombardeos constantes, dormir hacinados o la escasez de alimentos. Es también la angustia de un padre que tiene que “romper su única camisa en trozos” para que sus cuatro hijas tengan algo que usar durante su menstruación, según afirma un refugiado a la Agencia de la ONU para la Salud Sexual y Reproductiva (UNFPA).
En la Franja gestionar el periodo se ha convertido en una batalla invisible para más de 690.000 mujeres y niñas, afirma la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA). Pese a ser una situación inevitable, el bloqueo de ayuda por parte de Israel hace que los productos sanitarios y menstruales escaseen y que los que hay tengan un precio tan elevado que las familias no pueden asumirlo. Esto hace que sea cada vez más complicado acceder a las 10,4 millones de compresas, que la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) y la UNFPA estiman básicas para cubrir las necesidades higiénico-sanitarias de estas mujeres.
Esta realidad aumenta el riesgo de padecer “infecciones y complicaciones ginecológicas” a largo plazo, asegura UNFPA. Además, las restricciones de movilidad y la falta de servicios básicos de cuidado menstrual aumentan el “aislamiento y la vulnerabilidad” de mujeres y niñas. En los refugios superpoblados las mujeres no tienen intimidad, careciendo de acceso a aseos seguros ni a agua obligándolas a “adoptar medidas de supervivencia que comprometen su salud y dignidad”, subrayan OCHA y UNFPA.
Debido a la falta de toallas menstruales, las mujeres y adolescentes “se ven obligadas a usar ropa vieja, telas rotas o esponjas en lugar de compresas”, haciendo que tener el período se convierta en una carga extra cada mes. Esto se agrava por la escasez de agua que afecta al 90% de los hogares en Gaza, haciendo a los refugiados elegir entre beber, cocinar o lavarse.
Las niñas describen la menstruación como “una fuente de vergüenza, pánico y aislamiento”, afirma UNFPA. Y, para muchas de ellas, incluso llega a provocar una “profunda ansiedad”, sobre todo en los momentos de desplazamiento en los que no hay ningún tipo de intimidad. “No podía lavarme y el dolor era horrible. Me senté en silencio llorando hasta que se hizo de noche”, expresó una joven palestina a la agencia de la ONU.
A pesar de las limitaciones y la interrupción de acceso a suministros, las organizaciones internacionales siguen intentando ayudar a la población. Más de 300.000 niñas y mujeres han recibido compresas desechables para dos meses, desde octubre de 2023. Sin embargo, la tensión y el sufrimiento de la menstruación, sumado al dolor y la desesperación de la guerra hace que esta ayuda sea insuficiente y el drama siga latente.