La Ley de Moralidad ratificada en 2024 por los talibanes en Afganistán ha suscitado un intenso debate a nivel global. Las restricciones, con las que endurecen la represión contra las mujeres, entre las que se incluyen la obligación de cubrirse completamente o que no se escuche su voz en público, despiertan grandes parecidos con la novela distópica de Margaret Atwood, “El Cuento de la Criada”
En “El Cuento de la Criada”, Atwood nos presenta Gilead, el país ficticio en el que se desarrolla la historia, como una teocracia totalitaria en la que las mujeres quedan relevadas de sus derechos fundamentales. Las mujeres son convertidas en “criadas”, vestidas con mantos rojos, y obligadas a servir como “vientres de alquiler” a las parejas influyentes del Estado ante la crisis de fertilidad en la que se ve envuelta la sociedad.
Ambas realidades -una ficticia y otra desgraciadamente real-, comparten un enfoque claramente misógino y discriminatorio, que limita de forma severa la libertad de las mujeres. ¿Pero hasta qué punto se asemejan ambas realidades?
Tanto en Gilead como en el Afganistán actual, las mujeres son despojadas de sus derechos fundamentales relegándolas a un papel secundario. Se les niega la educación, el empleo fuera del hogar y la libertad de movimiento.
También está presente el control reproductivo. En Gilead, las mujeres son asignadas como “criadas” para gestar los hijos de la élite gobernante. En la realidad afgana, los matrimonios forzados y la obligación de tener hijos a temprana edad limitan drásticamente las opciones reproductivas de las mujeres.
En ambas se usa la religión -interpretando textos religiosos de forma extrema- para legitimar prácticas de odio, opresión y discriminación hacia las mujeres.
Otra similitud es la vigilancia, unida al control y aislamiento, a los que las mujeres son sometidas restringiéndoles el acceso a espacios públicos y exigiéndoles cubrirse por completo, limitando así su libertad individual.
La alarmante situación que se vive en Afganistán, considerada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como un “apartheid de género”, es un ataque a la dignidad humana. Las mujeres afganas están siendo silenciadas, oprimidas y privadas de sus derechos más básicos. La comparación con “El Cuento de la Criada” no es solo una metáfora, sino una advertencia de lo que puede pasar cuando se permite que el extremismo y la discriminación se impongan. Las restricciones impuestas a estas mujeres son un recordatorio de la fragilidad de los derechos humanos y de que deben ser defendidos de forma constante.