Antonio Machado, un filósofo en diálogo con las urgencias del presente

Una mirada reflexiva del escritor José Ángel Sainz sobre la obra machadiana

Soria. 23 de junio de 2025 – Un aula del Centro Internacional Antonio Machado se queda pequeña para acoger a los profesores y aficionados a la poesía que acuden con la Universidad Villanueva a una lectura machadiana impartida por el escritor José Ángel González Sainz.

Lejos de tratarse de una conferencia solemne, González Sainz ofrece un análisis sobre algunos fragmentos escogidos de la poesía machadiana. Con gran precisión y el estilo incisivo que lo caracterizan, no se limita a glosar los textos, sino que propone una lectura que actúa como espejo deformante de nuestro tiempo, capaz de revelar las continuidades y fisuras entre el pensamiento machadiano y el presente. Si algo destaca en su análisis es cómo recoge y desvela la paradoja central que articula todo el libro: la defensa apasionada de la verdad como valor supremo, frente a la tontería humana, inagotable y persistente.

González Sainz inicia su análisis con el que quizá sea el verso más conocido y, al mismo tiempo, más subversivo del poeta sevillano: “¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”. Para él, esta estrofa no es un mandato autoritario, sino una invitación a compartir la búsqueda, a sostener el diálogo como forma de resistencia frente a la trivialización del pensamiento. Porque, como insiste el propio González Sainz, si bien la verdad puede ser difícil, incompleta y a veces hasta inalcanzable, lo que no es aceptable es renunciar a ella en nombre de la comodidad, el relativismo o la estética de la tontería.

“El orador nace; el poeta se hace con el auxilio de los dioses”, escribe Machado a través de Juan de Mairena. González Sainz recupera esta máxima para mostrar cómo el poeta no es un simple transmisor de lo sublime, sino una figura ética y trágica que se forma a base de dudas, contradicciones y una profunda resistencia frente al autoengaño colectivo. En este contexto, la ironía se convierte en una herramienta fundamental: Mairena no pontifica, cuestiona. No decreta verdades, las pone en entredicho. Y eso, para González Sainz, es justamente lo que lo convierte en una voz vigente.

El escritor destaca a su vez el célebre texto en el que Mairena recrea el diálogo entre Agamenón y su porquero: “La verdad es la verdad, dígala Agamenón, o su porquero”. González Sainz subraya que aquí reside uno de los núcleos éticos más radicales del pensamiento machadiano: la verdad no pertenece a nadie, y su valor no se degrada por el rango social de quien la pronuncia. Pero a renglón seguido, la contestación del porquero —“No me convence”— devuelve la reflexión a la realidad de una sociedad donde el escepticismo frente a la verdad objetiva no es tanto fruto de una crítica lúcida como de una tontería sofisticada.

En este sentido, el conferenciante se detiene con especial agudeza en la denuncia que hace Mairena del discurso belicista: “Si algún día la tontería humana llega a proclamar la alegría de la guerra…”. Lo que para Machado era una premonición dolorosa, para González Sainz es una advertencia que resuena con inquietante actualidad. La “perfecta madurez” de la estupidez que glorifica la violencia, dice, no pertenece solo al pasado: está presente en todo discurso político que sustituye la reflexión por el eslogan.

En otra línea de lectura, González Sainz destaca la relación entre verdad y convicción, y recupera con tino la cita de Nietzsche que Machado comenta: “Las convicciones son enemigos más peligrosos de la verdad que las mismas mentiras”. A través de su poesía,

Machado plantea la tensión irresoluble entre el impulso humano hacia la certeza y la necesidad de mantener una apertura escéptica ante el mundo. Pero González Sainz señala la paradoja final: “incluso el escéptico más riguroso termina construyendo su propia fe, su propia mitología. Y en eso, Machado se muestra profundamente humano, demasiado humano”.

El análisis de González Sainz no sólo ilumina el texto de Machado, sino que lo pone a dialogar con las urgencias del presente. Y al hacerlo, nos recuerda que Juan de Mairena no es solo una obra de ingenio, sino también un acto de responsabilidad intelectual. Una búsqueda sin dogmas, pero no sin brújula. Un esfuerzo por pensar en voz alta en medio del ruido, con la esperanza —quizá utópica, quizá necesaria— de que aún podamos distinguir entre la verdad de Agamenón y la perplejidad del porquero.

En definitiva, el escritor y director cultural del Centro Internacional Antonio Machado cierra su seminario con una lección inspirada en el autor: “Lo que los profesores deberían transmitir a sus alumnos, siguiendo el magisterio irónico y sabio de Juan de Mairena, no son dogmas ni certezas empaquetadas, sino actitudes profundas ante la vida: contemplar con ojos abiertos, meditar sin prisa, renunciar sin resentimiento, trabajar con rigor, disfrutar del pensamiento de los clásicos, dudar sin miedo y, sobre todo, amar al prójimo y al distante”. Porque más allá del ruido de la retórica y la seducción de las ideologías, el verdadero aprendizaje —el que transforma— es el que enseña a vivir con dignidad, con pensamiento propio y con una bondad lúcida, como la que Machado, a través de Mairena, soñó para los hombres libres.