Desde las seis de la tarde la sede demócrata de Pasadena ha comenzado a llenarse de entusiasmo, decorada con los colores de la campaña de Kamala Harris, luces azules, banderas y mesas preparadas.
La barra libre y mesas con comida protagonizaban la tarde mientras los asistentes comenzaban a animarse, preparándose para lo que podría ser una noche histórica.
Cada avance demócrata provoca aplausos, y la sensación de comunidad va creciendo. La comida y la bebida se disfrutan, y el ambiente se transforma en una mezcla de celebración y expectativa.
La decoración y el trato consiguen que, aunque sea una noche política, el ambiente sea festivo,como una gran reunión de amigos con un objetivo común.
Poco antes de que se cierren los centros de votación, se da paso a los discursos: palabras de ánimo y agradecimiento por el esfuerzo de cada persona allí presente. Se empieza a sentir el miedo, miedo por saber cuál puede ser su destino durante los próximos 4 años, “Si gana Trump, yo me vuelvo a Costa Rica”, afirma Felicia Garija, democrata costarricense.
No hay buenas noticias para los demócratas. Kamala Harris no logra avanzar, la gente se pone el cartel bajo el brazo y con el rostro hundido empiezan a abandonar la sala. Ha sido una lamentable derrota.