Estas semanas hemos presenciado un aluvión de titulares sobre las elecciones en Estados Unidos. Esto no sorprendería si no fuese por el tono de incertidumbre de los mismos. Javier Hernando, profesor de la Universidad Villanueva y observador en las pasadas elecciones de México, ha repasado en una charla al grado de periodismo los nuevos retos a los que se enfrentan las democracias occidentales. Hernando advierte que esta desconfianza en el sistema electoral del país que lo inventó no es nueva: “Ya lo vimos en las pasadas elecciones de 2020 y el sucesivo asalto al capitolio, una parte del electorado estadounidense no cree en las elecciones”. Esto no es una excepción del país, el resto de occidente está pagando el precio por favorecer el derecho a la libertad de expresión sobre otros. Como afirma Hernando, esta elección corroe la libertad que es el actor fundamental en el funcionamiento de los sistemas democráticos: “No existe un derecho a la verdad como tal, sino un derecho a la libre expresión, pero este podría entrar en conflicto con el derecho a la verdad que ahora se reclama”. Esto lleva a que, tras las elecciones el pueblo se sienta engañado, deje de confiar en el sistema electoral y crezcan las represalias. Es entonces cuando nace el miedo.
En toda Europa se está sucediendo una corriente de miedo. Este sentimiento se ha instalado en los gobiernos, que observan con recelo las desinformaciones divulgadas libremente en internet, poniendo en peligro el equilibrio de la democracia, que parece tambalearse en el abismo entre la libertad de expresión y la mentira. Los dirigentes temen que sus Gobiernos caigan por las represalias de una ciudadanía que se siente “engañada”, afirma el profesor. Un ejemplo reciente de esto es el asalto al Capitolio de los Estados Unidos en 2021. Hoy, casi cuatro años después, la mitad del país sigue creyendo que les robaron las elecciones.
Hernando señala: “Occidente, defendiendo el derecho a la libertad de expresión frente a otros, pone así en riesgo el de la verdad”. En tiempos en los que las nuevas herramientas facilitan difundir la desinformación a grandes escalas en procesos electorales, surge la desesperación de los Gobiernos por preservar la democracia. Y es aquí cuando, frente a medidas como el emergente “Plan de acción para la democracia”, impulsado por el gobierno de España este mes, nace el interrogante de quién ha de decidir lo que es verdad. En este dualismo entre defender a la población de la mentira y salvaguardar el derecho de la libre expresión, amparado en toda constitución democrática bajo el rechazo a la censura previa, nace el nuevo reto al que se enfrentan los Gobiernos en este siglo.
“El riesgo es que para proteger la verdad destruyamos la libertad de expresión”, advierte Hernando, en referencia a las medidas tomadas por diversos mandatarios occidentales en la lucha por resguardarse de esta situación incómoda para cualquier democracia. Este es el desafío al que se enfrentan los países democráticos: la delgada línea entre interferir en la libertad de prensa y expresión y asegurar la veracidad de la información en la que se basan los electores es fácil de traspasar.