Si uno se mueve por la ciudad de Los Ángeles, se dará cuenta de que nada se puede describir con una palabra. No todos los angelinos tienen las mismas preocupaciones, y mucho menos todos tienen las mismas creencias. Entonces, ¿por qué todo parece girar en torno a la economía para elegir al nuevo inquilino de la Casa Blanca?
En un clima electoral marcado por la polarización y el descontento, la fe juega un papel fundamental en la manera en que los votantes eligen a sus candidatos. Carmen Capricio, una filipina de 60 años, sostiene con fervor que su decisión está guiada por principios divinos. «Trump es la palabra de Dios», afirma. Para ella, no se trata simplemente de votar por un candidato, sino por lo que considera una representación de la fe. Su rechazo a Kamala Harris y Joe Biden se basa en la percepción de que han olvidado esos principios que considera sagrados. “Ambos olvidaron la palabra de Dios”, se lamenta.
La búsqueda de un candidato que realmente represente las preocupaciones de las minorías se manifiesta en las palabras de Margarita Luna, una mexicana que lleva más de dos décadas en Los Ángeles, y que con su crucifijo en las manos lamenta: «Los creyentes quisiéramos tener un candidato, pero no lo hay». Su perspectiva sobre Biden ha cambiado drásticamente, y la decepción ante su liderazgo, especialmente en el contexto de conflictos internacionales, como las guerras de Ucrania y Gaza. La idea de «votar por el menos malo» se ha convertido en una estrategia común entre quienes sienten que sus opciones son limitadas y que la fe y el sentido de lo espiritual, debería ser un pilar clave en la política.
Por su parte, Seth Wulkan, un planificador urbano judío, es capaz de verbalizar la incertidumbre de muchos americanos hebreos. «Antes los demócratas eran los que nos apoyaban, ahora ya no», comenta, reflejando una preocupación creciente entre los votantes que tradicionalmente han buscado respaldo en la Casa Blanca. La cuestión del apoyo a Israel es un punto de acuerdo entre ambos candidatos, pero la falta de alineación con las creencias y valores que antes guiaban sus decisiones políticas deja a muchos en una encrucijada, resaltando cómo la fe puede influir en el descontento y la búsqueda de alternativas, las cuales parecen que nunca llegarán.