“Rusia ha cambiado el chip a una economía de guerra, y occidente ya va con retraso”

Francisco Pascual de la Parte, diplomático y profesor de la Universidad Villanueva, atiende a los alumnos de periodismo para repasar la situación de Rusia, protagonista en la polí ca internacional.

Francisco Pascual de la Parte con los alumnos de periodismo
Francisco Pascual de la Parte con los alumnos de periodismo

Antes de comenzar la charla, con la sonrisa que le caracteriza, lanza una mirada entusiasta a la clase. Su actitud, propia de un joven universitario con una curiosidad desbordante, contrasta con la de alguien que ha vivido todo lo que un diplomático puede soñar. Desde las intrigas en las embajadas de Moscú y Belgrado hasta los desafíos de representar a España en Asia Central, su trayectoria abarca algunos de los escenarios más complejos de la diplomacia internacional. Embajador, Cónsul y analista geopolítico, Francisco Pascual de la Parte no solo ha sido testigo de la historia, sino que ha participado activamente en ella. Ahora, ante una clase de futuros periodistas que ayudarán a que historias como la suya lleguen a la sociedad, desentraña los entresijos del poder ruso y cómo Putin mueve las fichas del tablero internacional sin que Occidente se atreva a responder.

«El de Ucrania, no es un conflicto aislado”, subraya Pascual sobre un conflicto que “surgió en 2004, se repitió en 2005 y en 2014, y se reprodujo con mucha más fuerza en 2022”. En último término, los orígenes del actual conflicto ruso-ucraniano se remontan a poco después de la II Guerra Mundial, cuando en 1953 “una sublevación de los obreros en Alemania Oriental fue ahogada en sangre por los soviéticos para impedir que Alemania Oriental se deslizase hacia el bloque occidental”, explica el diplomático. Desde entonces, se desarrolló el “modelo soviético”, luego “modelo ruso”, con el que Moscú trató de evitar que “se redujese su esfera de poder en pleno proceso de disolución de la URSS”. De este modo, tras la desintegración de la URSS, Rusia “fomentó movimientos separatistas en todas las antiguas repúblicas soviéticas que optaron por consolidarse como repúblicas independientes del poder del Kremlin”, añade Pascual. Esto se ha repetido con los diversos países ex -soviéticos que han tratado de acercarse a la órbita occidental, como Hungría, que lo intentó tres años después  de la antedicha sublevación alemana y que fue invadida por tropas del Pacto de Varsovia a las órdenes del Kremlin. Otros, como Checoslovaquia, que intentó en 1868 seguir una vía más humana del socialismo, también fueron invadidos. Rusia, continuando “esa tradición de impedir por la fuerza que se desgajasen de su área de influencia territorios que le habían pertenecido”, apoyó en Ucrania en 2004 al candidato presidencial prorruso,  Víktor Yanukóvich. Estas elecciones, además de repetirse por fraude electoral, estuvieron marcadas por multitudinarias protestas sociales. En la segunda vuelta ganó el candidato prooccidental, Viktor Yúshchenko, que “comenzó a implantar una política más independiente de Moscú”, tras lo que fue envenenado. Seis años después, en 2010, se celebraron nuevas elecciones presidenciales y esta vez ganó el candidato prorruso Yanukóvich, que intentaría “negociar a dos bandas”, afirma Pascual, al “acercarse a Rusia pero seguir recibiendo dinero de la Unión Europea”. Este candidato, agrega el diplomático, “estuvo durante 4 años negociando un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea” que nunca llegó a suscribirse, al paralizar Yanukovich la prevista adhesión de Ucrania a dicho acuerdo en el último momento, con ocasión de la Cumbre de Vilnius de 2023. Dicha situación, como apunta Pascual, provocó que una sociedad ucraniana ilusionada con su posible entrada en la UE reaccionara masivamente a las convocatorias de “una manifestación de protesta en la céntrica Plaza del Maidán por parte de líderes ucranianos  pro-europeos que empezó siendo pacífica pero que la brutalidad policial convirtió en muy violenta: Agentes de la policía antidisturbios ucraniana, los “Berkut”, reprimieron salvajemente la manifestación, compuesta principalmente por estudiantes pacíficos y desarmados. En respuesta, más de un millón de manifestantes de todas las capas sociales se echaron a la calle en Kiev y otras ciudades. Se produjeron verdaderas batallas campales durante días y noches. Entonces sucede la tragedia: agentes especiales enmascarados, enviados desde Rusia (según posteriores investigaciones de las autoridades ucranianas) ,  comienzan a disparar a los manifestantes desde los tejados de los edificios que rodean a la Plaza del Maidán, asesiando a más de 150. La indignación popular es tal que Yanukóvich emprende la huida a Rusia. Tras caer su aliado Yanukóvich, y  con miedo a perder su influencia sobre Ucrania, “Rusia invade Crimea y se la anexiona mediante un referéndum ilegal” no reconocido por la Comunidad Internacional. Tras esta rápida operación, Rusia lleva a cabo otras provocaciones ilegales, como la concesión de pasaportes rusos a residentes ucranianos de las regiones del Donbass (para luego alegar su derecho a protegerlos y, por tanto, a enviar sus tropas).

El presidente ruso, Vladimir Putin. EFE/EPA/Vyacheslav Prokofev
El presidente ruso, Vladimir Putin. EFE/EPA/Vyacheslav Prokofev

Todo ello no era más que la repetición de la puesta en práctica del  conocido manual ruso de invasión de repúblicas insumisas. En efecto: En 2008, Rusia ya había prestado asistencia militar a los separatistas prorrusos de las regiones georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, al objeto de impedir que también Georgia, otra antigua república soviética se consolidase como Estado soberano pro-occidental: Su ejército hizo maniobras en la frontera y se sucedieron las provocaciones de los militares rusos que se hallaban estacionados en el interior de Georgia como “tropas de mantenimiento de la paz” desde un conflicto anterior en 1992.  El presidente georgiano, Saakashvili, harto de tanta provocación, mandó al ejército a restablecer el control en las regiones georgianas separatistas”. Rusia respondió invadiendo Georgia (para lo que ya tenía a su ejército preparado en la frontera), ocupando las regiones secesionistas y reconociendo a estas como Estados “independientes”, aunque fueran completamente dependientes de Moscú. Rusia actuó exactamente igual que haría en Ucrania. Fue un caso de manual.

Tras los episodios de Georgia y Crimea, prosigue el diplomático, “no contenta con anexionarse Crimea ni con apoyar militarmente a los separatistas prorrusos del Donbass ucraniano, Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022”.

Todas estas invasiones y provocaciones han sido justificadas por Rusia con peregrinos “argumentos que no se tienen en pie”, apunta Pascual. Entre ellos, el deber de proteger a las poblaciones ruso-parlantes (a las que, en cambio,  bombardeó, como es el caso de Jarkiv u Odessa, ciudades rusoparlantes de Ucrania), o que “la OTAN había incumplido su promesa de no extenderse hacia el este”. Esta promesa, que supuestamente se habría dado durante las negociaciones sobre la reunificación alemana, según apunta el diplomático, “nunca existió”: “Estuve sentado en un almuerzo en la embajada de España en Moscú, junto al presidente Gorbachov y le pregunté si hubo tal promesa en las negociaciones de la unificación alemana. Me dijo que no, lo que confirma que esa razón que Rusia da para invadir Ucrania es falsa”.  Además, hay otra razón: En 1990, cuando dicen los rusos que dicha promesa se habría hecho, aún existía el Pacto de Varsovia, organización militar que abarcaba a todos los países del Bloque Soviético, por lo que es imposible que nadie en la OTAN prometiese que esta no se iba a extender a unos países que formaban parte de un bloque militar rival, cuya desintegración nadie podía prever. Pero este bulo de la “promesa incumplida” ha sido tragado por casi toda la prensa occidental. Buen trabajo de los servicios de inteligencia rusos.

Por otro lado, en el año 2022, poco antes de la invasión rusa de Ucrania, “EEUU y otros países de la OTAN habían retirado de forma humillante sus tropas de Afganistán”, recuerda Pascual. De esa “imagen de humillación”  Rusia tomó nota: coincidiendo con un momento de debilidad de EEUU, de tensión política  y disgregación en la UE por el Brexit y, en países como España, por el auge del separatismo catalán, Putin consideró que  “esta es la mía”, decidiéndose a invadir Ucrania. El diplomático apunta a un error por parte de Occidente a la hora de reaccionar: “las sanciones que impusimos a Rusia en 2022 debimos haberlas impuesto en 2014 y debimos armar a Ucrania mucho antes” para disuadir a Rusia de invadirla. Sobre el motivo de no hacerlo, Pascual lo relaciona con que somos “una sociedad pacifista, y aburguesada”, muy distinta a la de Rusia.

Esta es, además un país sin barreras naturales, cuya única forma de sentirse seguro frente a las frecuentes invasiones exteriores ha consistido en  “ampliar sus fronteras, convirtiendo la inmensidad de su territorio en una frontera natural , para que cuando un adversario llegue al centro esté ya agotado”. Esto implica que Rusia nunca llegue a sentirse segura, que quiera “seguir ampliando sus fronteras”, algo que hace que su seguridad sea “inseguridad para los demás” y, por consiguiente, un sinónimo de amenaza constante.

Y es de este clima de amenaza del que los países occidentales de la UE no se hacen eco, al contrario que Rusia, donde incluso se están “militarizando a los niños en los colegios”, añade el diplomático. “Rusia ha cambiado el chip a una economía de guerra”. “Nosotros no nos atrevemos”, apunta Pascual en referencia a  las medidas que ya se han empezado a implementar en Rusia y en ciertos países de la Unión Europea que hacen frontera con ella. Rusia, con capacidad para “paralizar Occidente” si se lo propone —cuentan con un torpedo nuclear y submarinos especiales para cortar los cables transatlánticos que transmiten el 95% del tráfico de las comunicaciones en los países occidentales— ha comenzado ya a prepararse para un conflicto que Pascual avista como “seguro”. Sin embargo, en Occidente parecemos mirar a otro lado. Por ejemplo: “España sólo tiene munición para tres días. Debemos cambiar el chip y debemos hacerlo ya”. El diplomático es tajante ante una situación que cada vez parece más próxima: “Rusia empezará atacando infraestructuras o comunicaciones de un país de la OTAN (de hecho, ya lo está haciendo) pero, como suele hacer, presentará su agresión como un accidente o se escudará en la falta de pruebas de la imputación que se le haga. Su objetivo es hacernos daño y paralizar nuestra reacción. Solo cuando entendamos esto empezaremos a tomar la situación en serio”.