La guerra entre Rusia y Ucrania, desencadenada en 2022, no solo ha cambiado el panorama de la Europa Oriental, sino que también ha revelado dinámicas geopolíticas más profundas. El coronel José María Pardo de Santayana, coordinador de investigación y analista principal del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), ha ofrecido una perspectiva detallada sobre las motivaciones y las realidades detrás de los principales actores.
“Rusia podría alargar la guerra dos o tres años más, pero Ucrania, no”
Por un lado, Rusia posee una estructura económica que, aunque no tan integrada con los mercados globales, le permite resistir prolongadas tensiones, como las que se derivan de la guerra. Rusia podría continuar durante dos o tres años sin que su economía colapsare. Rusia ha demostrado una sorprendente capacidad de resistencia. La guerra, lejos de ser un peso negativo, ha tenido efectos «positivos» en el país, al fortalecer el nacionalismo y reducir la corrupción, gracias a una economía de guerra que ha redirigido recursos hacia la defensa nacional.
Sin embargo, la situación de Ucrania es considerablemente diferente. El país lucha contra una serie de factores internos, como la demografía en declive y la fuerte emigración, que socavan su capacidad para sostener un esfuerzo prolongado, algo que se hace aún más evidente en el caso de sus fuerzas armadas, donde la edad media de un soldado ucraniano ronda los 43 años.
“Si Rusia se hace con el control de Odesa, Ucrania podría convertirse en un ‘protectorado’ ruso”
Odesa, un puerto ucraniano en el Mar Negro, es vital para la supervivencia económica de Ucrania. Si Rusia consigue controlarlo, el país quedaría completamente aislado del mar, lo que transformaría a Ucrania en un estado sin salida al océano, vulnerable a una asfixia económica y política. Esto podría suponer el comienzo de la transformación de Ucrania en un «protectorado» ruso.
“Rusia tiene una geopolítica incómoda y hace sentir incómodos a sus países vecinos”
Con fronteras extensas y una geopolítica incómoda, Rusia se encuentra en una situación de inseguridad y tensión constante con sus países próximos y con Occidente. Esta desconfianza histórica, producto de siglos de expansión imperial y las cicatrices dejadas por la Guerra Fría, alimenta una política exterior que oscila entre el nacionalismo eslavo y la atracción hacia modelos occidentales. Sin embargo, Rusia nunca los ha integrado completamente, lo que provoca una relación a menudo conflictiva con Occidente.

“Rusia sobreactúa, como lo hace un babuino frente a un leopardo: saca los colmillos. Los colmillos de Rusia son las armas nucleares”
Esta vulnerabilidad la convierte en una nación que sobreactúa, comparable a un babuino enfrentándose a un leopardo. Todos sabemos que el leopardo va a ganar. El babuino también lo sabe. Pero saca los colmillos. Sobreactúa. Y, si finalmente no mata al leopardo, al menos le ha dejado herido. De igual forma, Rusia sí puede causar daño o infligir un impacto, especialmente a través de sus armas nucleares, que son una forma de disuasión.
“Kissinger ya decía que si los chinos y los rusos se ponían de acuerdo había que tener cuidado”
Henry Kissinger, exsecretario de Estado y Consejero de Seguridad Nacional de EE. UU. entre 1969 y 1977, en su momento ya advertía que una alianza demasiado estrecha entre Rusia y China podría resultar peligrosa para el equilibrio global. Si bien su relación se basa más en una lógica pragmática que en una verdadera sintonía ideológica, su coordinación podría alterar significativamente el equilibrio de poder internacional. En este sentido, el conflicto en Ucrania no puede verse como un asunto regional, sino que tiene ramificaciones globales, alterando alianzas y generando nuevos bloques de poder.
A medida que la guerra entre Rusia y Ucrania avanza, el futuro sigue siendo incierto. Mientras Rusia demuestra una sorprendente capacidad de resistencia, Ucrania se enfrenta a problemas cruciales que podrían determinar su futuro como nación independiente. La guerra de desgaste será probablemente el factor determinante, y las potencias mundiales deberán estar preparadas para gestionar no solo las consecuencias de la guerra, sino también las complejidades de una geopolítica que sigue siendo volátil.