Y la Tardebuena ganó a Felipe. “Entre zambombas, palillos y panderos” estaban muchos cuando el himno de España sonaba en los salones de muchos españoles. A pesar de que algunos siguiesen de Tardebuena –la cuota sufrió un descenso de espectadores y es el segundo menos visto–, Felipe VI pronunció su undécimo mensaje navideño a casi seis millones de españoles. La DANA se llevó el protagonismo, en forma de imagen, que sustituyó este año al tradicional retrato de la familia real para solidarizarse con los afectados, y en los primeros cuatro minutos, que el monarca dedicó a hablar de la tragedia.
Desde la proclamación de Felipe VI en 2014, los mensajes navideños han reflejado la evolución política y social de España, y las variaciones en la audiencia del discurso guardan estrecha relación con el momento que se vive en el país.
Allá por 2014, cuando entrabas a internet y te encontrabas con diez famosos nuevos uniéndose al “Ice Bucket Challenge”, arrojándose agua con hielo para concienciar sobre la ELA, en España estábamos también pendientes de la crisis económica que azotaba a las familias. A eso se unían los nuevos casos de corrupción que ahogaban poco a poco al desmejorado gobierno de Rajoy y, lo que resultó ser la guinda final, la dimisión de Don Juan Carlos en junio de ese año. En mitad de esta compleja situación, el año finalizó y, más allá de los nombres Gürtel, Púnica o Nóos, en la cabeza de los españoles resonaba el de Felipe VI. Una promesa de renovación, un necesario punto de inflexión para que los españoles volviesen a confiar en la institución de la cabeza del Estado en un momento de alta complejidad política. En su primer mensaje navideño, el Rey Felipe VI alcanzó una audiencia de 8,2 millones de espectadores, con una cuota de pantalla significativa. El interés por escuchar el primer discurso del que hasta hacía unos meses era príncipe de Asturias, la incertidumbre en torno a si daría la talla en un momento en el que el país necesitaba un Jefe del Estado a la medida de las circunstancias o la esperanza de que sus palabras sirviesen de aliento a las familias que aquellas navidades hicieron un gran esfuerzo por tener comida sobre la mesa en un momento de crisis económica.
Los siguientes 365 días resultaron una antítesis de lo mencionado por el Rey en su discurso de Nochebuena: el secesionismo catalán llevó la opinión pública hasta los límites de polarización y la sociedad española atendió en 2015 a un discurso navideño marcado por la situación política. Sin embargo, la complejidad del momento pareció no afectar al interés de los españoles por las palabras del monarca, y es que la cuota de pantalla sufrió un descenso hasta llegar a los seis millones de españoles que aquella Nochebuena pidieron silencio a sus familiares para atender al discurso. Esto nos lleva, por tanto, a pensar que no ha de existir una relación directa entre la situación política y la audiencia del discurso. Miguel Ángel Sánchez de la Nieta, profesor de la Universidad Villanueva del grado de Periodismo, afirma que “no necesariamente” es la audiencia del discurso del Rey un termómetro de la percepción de la ciudadanía sobre la situación política del país: “depende de diversos factores: el contexto político y social, los hábitos de consumo de información –¡o incluso los gastronómico-navideños!–, las parrillas de programación de otras cadenas y hasta la conexión emocional con las instituciones”. Sin embargo, Sánchez de la Nieta afirma que las palabras del Rey sí pueden reflejar “el estado de ánimo de una ciudadanía fatigada por el ruido político”. Esto, en el momento de polarización política en el que nos encontramos en toda Europa, afecta a las audiencias al “fragmentarlas”. Esto se ve reflejado en el aumento de audiencia en el año de la declaración unilateral de independencia (DUI), en el que casi ocho millones de españoles recuperaron la tradición y se sentaron a escuchar al Rey. Otro ascenso significativo lo encontramos en el año de la pandemia. En 2020, casi 11 millones de españoles hicieron del discurso del Rey el más visto de su reinado.
«Los grandes discursos ya no responden a las pequeñas tragedias cotidianas”
Sin embargo, en solo dos años hemos podido atender a una caída significativa en estas cifras hasta situarnos en los 6 millones de espectadores en 2022, un año en el que, aunque estabilizada la pandemia, la sociedad se enfrentaba a otros grandes retos como la guerra en Ucrania o el impacto económico de la misma. Esto, según apunta Sánchez de la Nieta, puede estar relacionado con “esa sensación de que las instituciones han perdido el pulso del ciudadano común, de que los grandes discursos ya no responden a las pequeñas tragedias cotidianas”. Otro motivo que puede haber determinado la disminución de interés social por el discurso son los nuevos formatos en el entorno mediático, “cortos y ágiles”, que buscan además un impacto rápido en el espectador: “los discursos institucionales largos y formales encuentran cada vez más dificultades para captar la atención del público, especialmente entre las generaciones más jóvenes”, afirma el profesor.
En el mes de diciembre de 2024, el Real Instituto Elcano situó al Rey Felipe VI como un líder mejor valorado que figuras como Carlos III o el Papa en cuanto a simpatía. No obstante, el discurso que el mismo daría por Nochebuena ese mismo mes alcanzó su cuota más baja en lo que lleva de reinado. ¿Puede entonces interpretarse un bajo nivel de audiencia como una señal de insatisfacción hacia la figura del Rey o la monarquía en general? Según Sánchez de la Nieta, este bajo nivel de audiencia está más relacionado con el “cansancio de una sociedad que ya sabe, casi de memoria, lo que se va a decir”. Además de este, otros factores como el aburrimiento de la sociedad, especialmente en sectores más jóvenes, o un cambio en los hábitos de consumo pueden explicar la desconexión al discurso del Rey “sin que necesariamente implique un rechazo directo hacia el Rey o la monarquía”. En este sentido, como afirma Ernesto Villar, profesor de la Universidad Villanueva en el grado de Periodismo, haciendo un paralelismo con la presidenta de la Comunidad de Madrid, la buena puntuación del Rey en las encuestas –suele estar entre un 6 y un 7– no ha de reflejarse en la audiencia de este discurso necesariamente. “Ayuso tiene un gran índice de aceptación, pero no veo a los madrileños expectantes por ver Telemadrid, con palomitas en la mano”. De igual modo, Villar asegura que “los discursos de este tipo dan para lo que dan” y que la ciudadanía “está harta de buenas palabras. Quiere hechos”.