En esta entrevista la directora del Grado en Relaciones Internacionales y profesora de la Universidad Villanueva analiza los movimientos de Trump, la guerra en Ucrania, las relaciones entre Rusia e Irán y el papel de Europa en defensa. Un repaso lúcido al incierto panorama global.
P: ¿Qué podemos esperar de Trump en los próximos meses con respecto al conflicto Israel y EEUU con Irán? ¿Cree que este alto al fuego será duradero?
R: Trump aspira a ser el sheriff del mundo y tolera mal que lo contradigan. Por eso, fiel a su estilo, reaccionó con palabras duras ante las violaciones del alto el fuego. Pero puede que éstas no sean tan graves como él las presenta: entre Israel e Irán, probablemente se trate más de no quedar como el último en haber sido atacado antes de sellar la tregua, una cuestión de orgullo nacional más que de estrategia militar. Aun así, ambos actores tienen razones de peso para sostener el alto el fuego.
Israel es consciente de que su margen de maniobra depende del apoyo militar de EE. UU. Si Trump cierra el grifo, la maquinaria se detiene. Y el coste de una guerra prolongada con Irán no le resulta rentable. Irán, por su parte, está debilitado, también desde dentro: la población muestra un descontento creciente y la supervivencia del régimen está en juego. Su respuesta a los bombardeos fue mínima y calculada: avisaron a EE. UU. con antelación, mientras diplomáticos y el ministro de Exteriores emprendían una gira diplomática. El mensaje estaba claro: estaban listos para negociar.
El riesgo ahora podría venir de los sectores más duros del régimen iraní, humillados y tentados por la revancha.
P: ¿Cómo ve el conflicto Ruso-Ucraniano tras dos años de guerra? ¿Cree que Putin logrará en los próximos meses negociar territorios con Trump?
R: Acabo de estar en Polonia, donde vive una enorme comunidad de ucranianos en el exilio. Todos transmiten el mismo mensaje: no confían en los procesos de negociación para acabar con la guerra, y mucho menos en la palabra —o la firma— de Moscú. Saben que cualquier concesión territorial sería solo una pausa antes del próximo asalto.
Por otro lado, Trump ya se ha mostrado cercano a Putin, y aunque este callejón sin salida le ha llevado a fijar la mirada en otros escenarios más favorables, no sería sorprendente que intentara de nuevo cerrar un acuerdo que otorgue a Putin una sensación de impunidad. Y es precisamente ahí donde Europa debe asumir un papel mucho más decisivo para frenar las ambiciones del Kremlin.
Es hora de reconocer que Europa tiene intereses propios, distintos de las prioridades de la administración Trump, y que defenderlos exige determinación.

P: ¿Veremos este verano una alianza de Putin e Irán? ¿Cómo afectaría una alianza así a los intereses de EEUU y a la relación de este país con Rusia?
R: No lo veo probable. Rusia está completamente volcada en la guerra de Ucrania y no tiene recursos que dedicar a una alianza activa con otras autocracias, por más afinidades que existan.
Ya se ha visto en Siria: ante la caída inminente de Bashar al-Ásad, Moscú facilitó su huida, pero no movilizó recursos para apoyarlo como lo hizo en los primeros años del conflicto. Es cierto que Rusia sigue extendiendo su influencia en el Sahel a través del África Corps, el sucesor de Wagner, pero lo hace a bajo coste: el grupo explota recursos locales para autofinanciarse. No creo que Rusia pueda permitir dispersarse y exponerse a mayor presión por parte de la comunidad internacional.
P: ¿Qué consecuencias reales puede tener la negativa del Gobierno a alcanzar el 5% del PIB en defensa? ¿Cree que los países de la OTAN deberían empezar a rearmarse más seriamente? ¿Está la UE obviando una amenaza real que les tendría que hacer pensar en políticas más especificas en relación a la defensa de los países miembros?
R: No es sólo una cuestión de cifras: lo que está en juego es la credibilidad de España ante sus socios. El anuncio de que ese 5 % podría desglosarse en un 3,5 % para defensa y un 1,5 % para seguridad interior supone una muestra de flexibilidad por parte de Estados Unidos respecto a sus exigencias iniciales. También es una salida para que ni Estados Unidos ni sus socios europeos parezcan haber cedido demasiado. La mayoría de los países europeos están dispuestos a hacer el esfuerzo. Mark Rutte, secretario general de la Alianza, ha celebrado la perspectiva de acuerdo, hablando de un salto histórico, mientras que Alemania ya ha anunciado un 3,9 % para 2029.
En este panorama, España aparece como el eterno eslabón débil. Y eso tendrá consecuencias. Podemos especular sobre cómo EE. UU. interpretará el alcance de la solidaridad exigida por el artículo 5 del tratado en caso de una agresión contra España, o si las declaraciones de Sánchez acabarán sirviendo a Trump como ejemplo de la falta de compromiso europeo para justificar un cambio de postura durante la Cumbre de La Haya.
Pero lo que sí es seguro es que España está cansando a sus socios más cercanos: los europeos, que sí han entendido que el gasto en defensa es una cuestión de autonomía estratégica de la que ya no podemos prescindir.
P: ¿Qué otros conflictos podrían escalar en los próximos meses como consecuencias de la actual tensión internacional?
R: En mi opinión, los escenarios clave seguirán siendo, en los próximos meses, Ucrania y Oriente Medio. Ambos conflictos ya han reconfigurado los equilibrios regionales y han tenido impacto global. No sólo por su crudeza, sino por su capacidad de arrastrar a actores mayores y multiplicar los efectos colaterales: polarización internacional, repercusiones sobre la economía, inseguridad energética y alimentaria, así como desplazamientos masivos, con la desestabilización que esto implica en distintos planos para los países de acogida.
Además, tanto la guerra en Ucrania como los últimos episodios del conflicto palestino-israelí están radicalizando aún más narrativas nacionales ya cargadas de resentimiento. Se están cimentando enemistades irreconciliables y acumulando traumas nuevos, profundamente inscritos en la memoria colectiva. Eso no se resolverá sólo con un alto el fuego ni con una cumbre diplomática. Se avecinan décadas difíciles.